Los reflejos primitivos deben inhibirse de forma secuencial conforme se van sucediendo las distintas etapas del desarrollo del niño desde el nacimiento. Si este proceso no se lleva a cabo de forma óptima, muchos reflejos pueden permanecer activos, dificultando el desarrollo normal del niño y consecuentemente su capacidad de aprendizaje. Multitud de factores pueden influir en que efectivamente, el proceso no sea idóneo en los primeros años de vida, dando lugar a reflejos sin integrar que cosntituyen auténticas barreras invisibles para el niño.
Para tratar este problema los mismos profesionales que descubrieron la raíz del problema, desarrollaron una terapia basada en la realización de ejercicios rítmicos. Estos movimientos ejecutados diariamente de forma sistemática regulan el tono muscular y estimulan tanto el cerebelo como el neocórtex, especialmente los lóbulos frontales, para mejorar la atención y el control de impulsos.
Estos movimientos ayudan a la integración de los reflejos primitivos, y de esta forma a la maduración del sistema nervioso, lo que se traduce en la adquisición de la libertad del cuerpo (respecto a las respuestas automáticas e incontroladas de los reflejos), un buen esquema coroporal y un mejor desarrollo motor.
La terapia es igualmente válida en niños y en adultos. No obstante, por el periodo crítico para el desarrollo y el aprendizaje que constituye la infancia, los niños son los principales beneficiarios de la misma. No osbtante, adultos con problemas emocionales o de comportamiento (crónicos o adquiridos) pueden también conseguir importantes mejoras y alcanzar logros relevantes gracias a la misma.
¿Cómo se desarrolla la terapia de movimientos rítmicos (TMR)?
En primer lugar, es necesaria la evaluación por parte de un profesional especializado, que una vez valorado el paciente y de acuerdo con sus necesidades, fijará unos objetivos y establecerá el protocolo de ejercicios a realizar para alcanzarlos, priorizando el tratamiento de aquellos síntomas que sean más relevantes para el paciente.
La evolución del proceso se supervisa periódicamente en consulta, a través de sesiones en las que se evalúan los progresos y se van incorporando nuevos ejercicios, los cuales deben realizarse diariamente en casa. La periodicidad de las consultas dependerá de cada paciente, de su estado inicial, de la rapidez de su progreso y de sus circunstancias personales.
El pronóstico de la TMR es normalmente muy bueno (siempre que no existan patologías severas a nivel neurológico) y se consiguen normalizaciones completas o muy notables en pacientes que no conseguían resultados o lo hacían de forma sólo parcial por otros métodos, siendo especialmente llamativas las mejorías a nivel de aprendizaje o conducta en niños con problemas de este tipo .